Su Obra

En esta sección se recoge un poco de la poesía de Elías Cedeño Jerves; esas vertientes de vida, de naturaleza y belleza que el autor ha sabido transmitirnos en conmovedores y trascendentes versos; algunos de ellos musicalizados por artistas como Francisco Paredes Herrera, Nicasio Safadi y Constantino Mendoza, que descubrieron canciones dormidas en su poesía, y las despertaron con la luz de sus corcheas.


Manabí
Música: Francisco Paredes Herrera

Tierra hermosa de mis sueños
donde vi la luz primera,
donde ardió la inmensa hoguera
de mi ardiente frenesí;
de tus plácidas comarcas
de tus fuentes y boscajes
de tus vívidos paisajes
no me olvido, Manabí.

Son tus ríos los espejos
de tus cármenes risueños,
que retratan, halagüeños,
el espléndido turquí
de tu cielo, en esas tardes;
en que el sol es una pira,
mientras la brisa suspira
en tus frondas, Manabí.

Tierra hermosa de mis ansias,
de mis goces y placeres;
el pensil de las mujeres,
más hermosas se halla en ti.
Por la gracia de tus hijas,
por tus valles, por tus montes,
por tus amplios horizontes,
te recuerdo, Manabí.

Tierra bella cual ninguna,
cual ninguna hospitalaria,
para el alma solitaria,
para el yermo corazón;
vivir lejos ya no puedo
de tus mágicas riberas,
Manabí de mis quimeras,
Manabí de mi ilusión...




Cuitas de Amor
Música: Francisco Paredes Herrera

Allá en mi Santa Tierra
bajo un árbol florido
que del techo paterno
acaricia el alar,
nos amábamos tanto
yo en su seno querido
reclinaba mi frente
para en ella soñar.

Llegó pronto el momento
de la ausencia temida,
abrazada a mi cuello
con dolor sollozó;
“no me olvides” -me dijo-
no me olvides mi vida;
me dio un beso en los labios
y llorando partió.

Largos meses pasaron...
pero al fin cierto día
una carta de ella
a mis manos llegó.
“No me escribas, no pienses
en mi amor -me decía-
que otro ser de mi pecho
tu cariño borró”.

Yo de pronto no supe
Comprender la desgracia,
la espantosa desgracia
de tan cruel realidad,
yo no supe en sus labios
saborear la falacia,
en sus ojos oscuros
yo no vi la maldad.

Como hoy ya mis sueños
han volado y padezco
la indecible tortura
de sentirme vivir.
Cuando enfermo de tedio
yo no sé si merezco
como premio a mis duelos
y tristezas, morir.

Cuando en duelo se tornen mis embelesos
en horas de insondables desilusiones,
yo cerraré tus ojos con muchos besos,
yo haré que te despiertes con mis canciones.

Venturoso a tu lado, los dos a solas,
me mirarán tus bellos ojos traviesos,
ven, de la mar iremos sobre las olas
cuando en duelo se tornen mis embelesos.

Huyamos del bullicio cual dos viajeras
aves que van en busca de otras regiones,
yo buscaré el refugio de unas palmeras
en horas de insondables desilusiones.

Bajo el dombo zafíreo del ancho cielo,
estrechamente unidos, de dicha opresos,
mientras amor me juras con dulce anhelo
yo cerraré tus ojos con muchos besos.



Musica: Nicasio Safadi

Bailes de campos, farras alegres
a pampa rasa bajo el aduar
de los compadres de la comarca
bajo la lumbre crepuscular.

Cielo de estío lleno de estrellas,
música triste del acordeón,
rumor de copas y de botellas
entre un cigarro y una canción.

Rudo montubio que nunca engañas
porque es muy franco tu proceder,
como los ceibos de tus montañas
firme en el odio y en el querer.

Potros cerriles, ebrios jinetes,
a la cintura largo puñal,
ponchos que ondulan sobre la espalda...
¡Montubio hermano del litoral!

Mira cual cruzan vertiginosos
de nuestros cielos bajo el turquí,
esos jinetes de la bravura;
¡son los montubios de Manabí!



Música: Francisco Paredes Heredia

Con honda angustia mi pasado evoco
que de recuerdos tuyos está lleno
cuando a tu lado musitaba loco
tan solo por ti siempre seré bueno.

Poblaste mi existencia solitaria
de blancas flores, de ilusión, de arrullo
y tú en su centro como una plegaria,
¡ay cuántas veces me llamaste tuyo.

Después la ausencia con su garra fría
vertió en mi pecho su letal veneno,
besando su retrato te decía:
tan sólo por ti yo seré más bueno.

No te desprecio porque te maldigo
que esclavo soy de tu recuerdo ameno...
y en mis tristes noches musitando sigo:
tan sólo por ti siempre seré bueno.



Bolívar: es tu nombre como un hado sagrado
que emerge del pasado
y ennoblece las páginas de la asombrosa historia…
tus bélicas hazañas y tus virtudes bellas
fulguran sobre el dombo rojizo de la Gloria
escritas con la tinta azul de las estrellas!

A la voz detonante de la férrea metralla
resonando en los campos de heroicas batallas
acaso le sea dado tus luchas proclamar
los hombres no merecen relatar tus grandezas
cuando hace tantos siglos que entonan tus proezas
las gigantescas liras del indomable mar!

¿Para qué monumentos de mármoles mezquinos
que eternicen tu nombre cuando te da el destino
el níveo Chimborazo para tu pedestal?...
¿para qué monumentos cuando en junio yo creo
que aún suenan los clarines y vuela en San Mateo
con su inflamado parque Ricaurte el inmortal?

¡Libertador! Los siglos pasarán fatigados
y en los grandes abismos del tiempo se hundirán;
pero mientras existan los pueblos libertados
por tu espada y tu genio en sus almas grabados,
con amor y respeto tus triunfos se hallaran!



En estas pobres páginas
de sentidos poemas de canciones,
está la historia de mi vida impresa,
mi anhelo, mi nostalgia , mi tristeza...
la muerte de mis locas ilusiones.

El amor presentido...
el placer ensoñado...
la multitud de siglos que he vivido
en este mundo irreal que he transitado.

Versos guarda este libro que atesoran
el delicado aroma de la infancia ...
y otros do Venus con pasión sonríe
y amorosa deslíe
de sus hechizos la inmortal fragancia.

Hay además, cantos de auroras,
de albas mañanas seductoras,
de un siempre bello atardecer...
como jirones de añoranzas ,
de ensoñaciones y esperanzas
que ya jamás han de volver.

Y,... ¿a quién deberé ofrendarlos,
 si no a aquellos que han bebido
en la copa del olvido decepciones?..

A ellos vayan pues, mis cantos
como un manojo de flores
formado con los fervores,
los solaces, los quebrantos
de quien ha soñado tanto
en imposibles amores.



Reí anoche, reí para aturdirme,
para engañar mi lóbrego fastidio
y una copa bebí para olvidarme
que inútilmente para nada lidio.

Y reía con la anómala, imprecisa,
impersonal y turbia carcajada
de aquél en cuyos labios la sonrisa
en mueca se trocó desesperada.

Reí... cuando mis lágrimas pugnaban
por nublar mis pupilas orgullosas...
y reí como ríen los felices
que en el alma no esconden cicatrices
ni han sufrido tragedias dolorosas.

Y reí con esa risa cavernaria
que anhela ser caricia y es rugido
para engañar esta comedia diaria
que reclama la calma del olvido.

Mi risa fue un paréntesis piadoso
en esta lucha estúpida sin premio
donde no brilla nunca el alborozo
en el enfermo corazón leproso
del poeta neurótico y bohemio.

¿Es un disfraz fatídico la risa
del alma sometida a la tortura?
¿Es el ansia inconfesa e imprecisa
que emerge como el fuego en la negrura
de la escoria que flota en la ceniza?

¡No puedo precisarlo!... Sin embargo,
me pesa y me avergüenza haber salido
del piadoso sedante del letargo,
de la paz sin dulzuras del olvido.



Frente al modesto aposento
de la calle do ahora vivo,
alejado del bullicio
y de placeres esquivo,
con su tronco majestuoso,
con su ramaje tupido
se alza solemne y airoso
un antiguo tamarindo
que afecta la peregrina
forma de un hongo gigante,
e invita con la frescura
de su sombra al caminante
y a deleitar sus oídos
con los alegres trinares
de las aves familiares
que en él fabrican sus nidos.

Pues de tanto contemplarlo
y admirarlo en su silente
majestad, hasta he llegado
a hacerle mi confidente…
Él me ha contado su historia
secular y misteriosa,
y me ha confiado mil cosas
cuando le dije mis penas.

En una noche serena,
que meditando paseaba
solo, ¡miento!... con mi sombra
que la luna proyectaba,
al pasar bajo su fronda
me recliné fatigado
al peso de mis recuerdos
en su tronco venerado.

¿Por qué te abrumas? –Me dijo
una voz que de él, venía-
¿por qué te afliges cobarde?...

Vosotros que sois los reyes
de lo que Dios ha creado,
¿por qué vivís de las leyes
de Natura divorciados,
y en constante agitación
vais un año tras de otro año
corriendo tras la ilusión
para hallar el desengaño?

Bien mirado, Dios erró
al dar al hombre un destino
superior, pues de mezquino
al hombre le juzgo yo
que, a pesar de que nací
árbol, que es menos que un bruto,
como os conozco, os disputo
la tal superioridad.

Algunas generaciones
conocí de los humanos
que, en ara de sus pasiones,
matáronse cual leones,
y se decían hermanos.

Desde la indígena raza
que puso aquí rancherías
y vivían de la caza
y de exiguas pesquerías,
hasta los rudos colonos
que de ultramar, en mala hora,
vinieron para movernos
guerra cruda, asoladora.
Y que arrojaron por tierra
con formidables aceros
a los que honraban la selva:
mis antiguos compañeros…
Yo les sé toda la historia.

Esos que ancianos contemplas
con el título de abuelos,
sobre mis ramas treparon
cuando aún eran pequeñuelos.

Yo fui el testigo discreto
en las románticas citas
del juramento secreto
a la luz de las estrellas
de quinceañeras doncellas
que ahora son muy viejecitas.

Yo oculto piadosamente
lo que los hombres pregonan
pues ellos, inconsecuentes,
ni sus defectos perdonan.

Al forastero que un día
vino aquí tras suerte dura
yo le brindé con mi sombra
tranquilidad y frescura.

A miles de aves canoras
procedentes de otros climas
sitio di para sus nidos
en ramas acogedoras.

Mientras vosotros al huérfano
abandonado, al mendigo,
miráis dormir sobre el polvo
sin brindarle techo amigo.

¡Y sois vosotros los seres
que se dicen racionales
siendo para vuestra especie
como lobos y chacales!

Mirad como somos buenos
nosotros los vegetales;
en vida, os damos sombra
y el fruto de nuestra savia.
Y al fin, cuando ya olvidados
de tan caros beneficios
nos derribáis, aun difuntos
formamos los edificios
que os servirán de morada,
de muelle y grato acomodo…
vosotros muertos sois lodo,
luego polvo, después, nada.

Mirad si somos nosotros
amigos fieles, sinceros,
hasta el hueco de la tumba
os llevan nuestros maderos.

Nosotros los mandamientos
guardamos de la Natura,
ya despojándonos de hojas
ya vistiendo de verdura,
floreciendo en primavera,
fructificando en verano
y brindando nuestros dones
al hombre como al gusano.

Mientras vosotros rebeldes,
como el bíblico Satán
negáis al Dios que creara
a vuestro patriarca Adán.

Con todo, si estar ansías
bajo mi sombra modesta
ven, que yo ofrezco mi orquesta
de trinos a tu poesía;
ven, porque en mi está la clave
de tu anhelada ventura.
Rima y anda como el ave,
sigue la ley de Natura.
Da tú también con tus versos
dulcedumbre a la amargura…

Haz como yo: no ambiciones;
haz el bien sin recompensa:
Lanza al aire tus canciones…
Estudia…medita…piensa…

En esto pasó un viandante
a la voz calló al instante-…

¡Oh el árbol de mi romance
que en una noche serena
me ha relatado su historia
cuando le conté mis penas!



Cansado un día del horizonte
estrecho y vacuo de las cañadas
en donde estaban mis fantasías
y ensoñaciones aprisionadas,
me puse un libro bajo el brazo,
y al hombre un rifle, siguiendo un trillo,
de los esteros dejé el ribazo
y escalé el cerro de Dominguillo.

Por cada paso que adelantaba
hacia la cima verde y brumosa
sentía que en mi alma se disipaban
cual por encanto, las tormentosas
preocupaciones que da la vida
por tantas cosas, por tantas cosas.

Boscajes vírgenes donde las tórtolas
cantan con honda melancolía,
donde las brisas con sus murmullos
nos dan lecciones de poesía,
atravesaba callado y lento
siempre ascendiendo cual si temiera
que con el ruido de mis pisadas
el gran silencio se interrumpiera.

¡Qué milagrosas!, ¡qué sedativas
son para el alma de los poetas
las soledades de los boscajes
en donde el ruido de las cascadas
que de las cumbres bajan a miles
fingen coloquios y carcajadas
de labios frescos y juveniles!...

¡Qué sedativas! ¡Qué milagrosas
aquellas cumbres de las neblinas!
se alzan ingrávidas y vaporosas
tal como clámides primorosas
que entretejieran lindas Ondinas.

¡La última grada, y heme en la cresta
más encumbrada de la montaña!
allí las aves están de fiesta
y ni una nube el azul empaña…

¡Oh mi adorada Madre Natura!,
¡cómo quisieras ser tú tan fina
que transmutaras mi carne impura,
en un guiñapo de la neblina!
Así por siempre, desde esta altura
los horizontes escrutaría
y al ir de ronda por la llanada
de vez en cuando visitaría
de mis mayores la casa amada.

La brisa duerme, duerme el ramaje,
se incendia el éter con el celaje
y abajo el llano como un gran mar
de platanales, de cafetales,
de amplios potreros y de cauchales,
mi hogar perdido me hace añorar.

Y allá en los límites del ancho espacio
brillan colinas de oro y topacio…
¡Montañas mías, lindas montañas!
¡Qué de misterios en tus entrañas!

En vano hacia ellas tiendo mis manos
y esfuerzos hago tan sobrehumanos,
en un prodigio de fantasía
que mi alma cruza sobre los llanos
y dominando los altozanos
roba a sus bosques la poesía.

El aire quieto… se oye en la umbría,
en las quebradas, del monte al pié,
de guacharacas la algarabía
y en los manglares al diostedé
mientras del cielo penden ligeras
cuatro locuaces loras viajeras
que hablan entre ellas, yo no sé qué.

De pronto surge de la arboleda
música triste, música leda
ejecutada del DO hasta el SI
por los artistas de la espesura…
Y los resabios de la amargura
que me atosigan, huyen de mí.

La tarde avanza, ya canta el grillo…
adiós alturas del Dominguillo
que me enajenas con tus neblinas,
con tus mirajes, no te imaginas
cómo me apena dejarte ya.
La tarde avanza, ya canta el grillo…
adiós ¡oh cerro de Dominguillo!
contigo mi alma se quedará…

¡Oh mi adorada Madre Natura!
¡Cómo quisieras ser tú tan fina
que transmutaras mi carne impura
en un guiñapo de la neblina!

Así por siempre, desde esta altura
los horizontes escrutaría
y al ir de ronda por la llanada
de vez en cuando visitaría
de mis mayores la casa amada.

La tarde avanza, ya canta el grillo,
adiós alturas del Dominguillo
que diste margen a esta balada.

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EXTRACTOS
De: Acuarelas Manabitas

Pequeña, pero pulcra y agraciada,
la llevo desde niño vinculada
al corazón que la recuerda tanto.
(Del poema: “A Bahía de Caráquez”)

¡Cómo Dios quisiera, cómo Dios quisiera...
que en tu seno dulce, Natura, viviera
la sedante calma que ahora disfruté!
Allí terminaran locuras y orgías
inebriado solo de mis poesías,
olvidara el tiempo feliz que se fue.
(Del poema: “Amanecer”)

Eres tan bonita, Susana, que pienso
que Dios en un rapto de amor soberano
al crear tus formas se quedó suspenso,
estático, absorto del prodigio inmenso
que surgió al conjuro de su sabia mano.
(Del poema: “Susana”)

Poblaste mi existencia solitaria
de blancas flores, de ilusión, de arrullo
y tú en su centro como una plegaria,
¡ay cuántas veces me llamaste tuyo.
(Del poema: “Yo seré bueno”)

Niños hambreados y tuberculosos:
sois la obra criminal, intolerable,
de esa injusticia que ha triunfado siempre:
LA INJUSTICIA SOCIAL...¡Mirad!, ya adviene,
ya se acerca la era redentora,
la era igualitaria
en que el obrero pueda
levantar su bandera retadora
bajo una paz fecunda y solidaria.
(Del poema: “Tragedia proletaria”)

¡Qué tristeza inspiran aquellas caritas
pálidas y ajadas como rosas mustias;
lamparillas trémulas que recién prendidas,
por falta de aceite vacilan... se apagan!
(Del poema: “Los niños pobres”)

Cuando alguien se nos va, si le queremos,
queda en el alma luminosa herida
y una angustia letal que no podemos
neutralizar ¡Qué amarga es la partida!
(Del poema: “La angustia del adiós”)

¡Himno de la luz, poema de colores
y ventanal abierto al infinito!
En tu seno, del mar a los rumores,
floreciendo mis cánticos mejores
y recliné mi frente de proscrito.
(Del poema: “Bahía”)

Tienes todo el encanto, toda la gracia
de las hijas ardientes de Andalucía;
tu andar es un derroche de aristocracia,
tu mirar un torrente de poesía.
(Del poema: “La mujer guayaquileña”)

¿Después?:  la lacerante aridez de la ruta;
con las almas vacías nuestras vidas serán
igual a dos esquifes que van a la deriva
por piélago de sombras que azota el huracán.
(Del poema: “Ansias decapitadas”)

¡Qué aridez!, ¡qué grisiento panorama
aquí dentro... en lo íntimo, en lo hondo
de mi ser!  Diríase que nunca
hubo en mi corazón más que el latido...
¡Mudez fría y vulgar de tosca entraña!
(Del poema: “Mudez fría y vulgar”)

Me adormí en la noche de mis desengaños
con el alma presa de melancolía,
deseando que raudos transcurran los años
con su gran rosario de cansinos días.
(Del poema: “Recuerdos del ayer”)

Sembrador de rosas.  Solo he cosechado
-cosas de mi estrella, caprichos de Hado- 
las negras espinas de la ingratitud.
¡A brazo partido, sin tregua bregando,
a veces, rugiendo y a veces cantando
crucé ya las lindes de la juventud!
(Del poema: “No he tenido suerte”)

Ojos que en mis recuerdos llevo grabados
y brillan en mis noches con luz de auroras.
¿Qué será de vosotros, ojos amados,
de miradas ardientes y embrujadoras?
(Del poema: “Húmedos ojos”)

¿Por qué he de ser como Judío Errante
sin patria, sin hogar y sin sosiego?
¿Por qué he de ser como un caballero andante
que marcho y a ninguna parte llego?
(Del poema: “Sin rumbo”)

Huyamos del bullicio cual dos viajeras
aves que van en busca de otras regiones,
yo buscaré el refugio de unas palmeras
en horas de insondables desilusiones.
(Del poema: “Sobre las olas”)

Yo sé que en la honda calma
de tus sueños me nombras...
Yo... igual.., porque tú fuiste
una luz en mis sombras.
(Del poema: “Una luz en mis sombras”)

En cuerpo joven, corazón antiguo,
al mundo miro pálido y exiguo
tras una prisma de gris melancolía.
(Del poema: “¡Oh divina inquietud!”)

Todo, todo eso podría
la desgracia, madre mía,
y mucho más...
pero hacer que el alma amante
no te piense y no te cante
como a un Dios, eso, ¡jamás!
(Del poema: “Amor filial”)

¡Ojos ingratos, para mí tan duros!
¡Ojos que adoro, por mi mala estrella!
¡Ojos tristes, magníficos y oscuros
que alimentasteis mi pasión más bella!
(Del poema: “Ojos brujos”)

Allá va esa triste flor de lenocinio
mancillando una alma que bien pudo ser
de un hogar la prenda pero cruel designio
la trocó en vendible carne de placer.
(Del poema: “Carne de placer”)

Yo que he sido un panteísta
adorador de Natura,
el cantor de sus paisajes,
su intérprete y portavoz,
quiero que en su oscura arcilla
se desintegren mis huesos,
que mi cuerpo vuelva al polvo
que es la sentencia de Dios.
(Del poema: “Último ruego”)

¿De qué vale la fama y de qué los laureles
conquistados a trueque de un existir precario,
cuando al alma sedienta se le brindan las hieles
de ingratitud y olvido cuando asciende al calvario...
a ese calvario incruento de las incomprensiones
que hasta en la propia tumba nos hace forasteros?...
(Del poema: “Santoral”)

Pero hoy sesenta cruces
en su senda se vislumbra,
¡no hace falta que en la tumba
se le coloque una más!
(Del poema: “Era un día 6 de enero”)

Y reía con la anómala, imprecisa,
impersonal y turbia carcajada
de aquél en cuyos labios la sonrisa
en mueca se trocó desesperada.
(Del poema: “Extraña risa”)

En los grandes desastres hasta la fe se apaga;
el optimismo muere, la esperanza naufraga,
se quebranta el espíritu y anubla la razón.
(Del poema: “Lo triste es así”)

Vuelve, vuelve otra vez a la senda
que al marcharte, de vista perdí...
Has calado tan hondo en mi pecho
que mi vida, no es vida sin ti.
(Del poema: “Vuelve, vuelve otra vez”)

Ojos que hacen meditar
en la quietud de los lagos
y en los supremos halagos
de un romance junto al mar.
Ojos de carbón astral,
de azabache y terciopelo;
yo os suplico, ¡por el cielo,
no me dejéis de mirar!
(Del poema: “El madrigal de tus ojos”)

Ciudad hospitalaria, leal, cosmopolita
que con gentil sonrisa a su regazo invita
a todo aquel que aspira a la superación.
¡Cuna de Pedro Carbo, de Olmedo y Rocafuerte;
tú me enseñaste a amarte, loarte y comprenderte
¡y esta querencia hoy día es mi mejor blasón!
(Del poema: “Guayaquil”)

Cuando me haya reintegrado al cosmos
quizás ni las huellas quedarán de mí; 
sobre mi sepulcro posará el olvido
y más tarde nadie sabrá que existí.
(Del poema: “Cuando pase a las sombras”)

¿Qué papel desempeña en el vasto concierto
del cosmos este insecto de luz que señorea
sobre el imperio triple de la Natura? ¿Empieza
más allá de la cuna, del hombre la odisea?...
(Del poema: “Eterno enigma”)

El amor presentido...
el placer ensoñado...
la multitud de siglos que he vivido
en este mundo irreal que he transitado.
(Del poema: “Envío al lector”)

¡Ciudad de Portoviejo,  emperatriz del valle!
Hoy vengo a tu recinto con íntima emoción
a darte mi saludo con mis mejores versos,
versos que en tu homenaje convierto en oración.
(Del poema: “Salutación a Portoviejo”)

Aparte de mi madre, jamás tuve un afecto
tan desinteresado, tan noble, tan perfecto 
pero un triste accidente, de mi te separó...
Llegaste agonizante, ¡Oh  amigo y compañero!...
Te cobijé en mis brazos, lanzaste un ¡ay! Postrero
y    tu  ya fría  lengua ni mano acarició.
(Del poema: “La agonía de mi perro”)

Con todos los dones que al mundo has traído,
perdona que piense que tú no has nacido
para esos encantos así marchitar...
Oye mi consejo: ¡No huyas de la vida! ...
la vida no es mala, quizá ya encendida
te aguarde la lumbre de un feliz hogar.
(Del poema: “No huyas de la vida”)

Porque fui tan loco, quise ser piadoso...
y... ¿qué es lo que encuentro en mi plenitud?...
Un mundo de angustias, de tristeza y lodo
y el hosco calvario de la ingratitud.
(Del poema: “Ingratitud”)

¡Santo Domingo: Yo te saludo
en las estrofas de mi canción!
¡Tú eres al alma dulce plegaria ¡...
¡Tú eres mi tierra de promisión!
(Del poema: “Santo Domingo”)

¡Solo!... porque me siento inadaptado
en un ambiente para mí vacío:
porque llevo en el rostro reflejado
el sello inconfundible del hastío.
(Del poema: “Solo”)

Que de la cuna al sepulcro
día a día el hombre arrastra
bajo la torva mirada
de su tirano: el Destino.
La libertad absoluta
por la que le hombre suspira,
jamás podrá conseguir
mientras no caiga en la huesa.
(Del poema: “Solo espejismo”)

Existe otro defecto, tan triste y repugnante
y es la cobarde envidia, maléfica y fatal...
El envidioso sufre tortura lacerante
al constatar el mérito que aureola  a un semejante
y odia la gloria ajena con odio irracional.
(Del poema: “Defectos ponzoñosos”)

¡Buen viaje Don Raimundo!
¡Buen viaje gran amigo!
¡Hasta vernos más tarde,
más allá de  la escoria de este mundo,
en los umbrales de una nueva vida!
(Del poema: “Raimundo Aveiga”)

Todo lo que fue y ya no es:
ternuras, ansias, caricias,
que fueron en otras épocas,
tan preciadas y queridas.
Deja el hombre por lo incierto,
lo fugaz, lo intranscendente
de las quimeras del mundo
que al fin acaban en nada.
(Del poema: “Fugacidad”)

¡Un invierno glacial se ha apoderado
de mis bellos  jardines interiores
donde imperó la lumbre del verano!
¡Y está mi corazón tan desolado...
sin arpegios, sin brisas y sin flores,
igual  que entre sus lavas Herculano!
(Del poema: “Ya no puedo soñar”)

Eres de mi terruño la pupila
que en la cerúlea inmensidad  cintila
como rica esmeralda, tierra santa;
balcón donde exhibe la agraciada
Manabí, la dinámica, la amada...
en cuya frente eres diadema, ¡Manta!
(Del poema: “Salutación a Manta”)

¡Único ensueño mío!: Sé que me esperas
en la mansión eterna;  pero entretanto,
me sirve de consuelo madre adorada,
que llevaré a la tumba dentro del pecho
tu cariñosa imagen siempre grabada.
(Del poema: “Monólogo Filial”)




De: Floraciones tardías

Tierra bella cual ninguna,
cual ninguna hospitalaria,
para el alma solitaria,
para el yermo corazón;
vivir lejos ya no puedo
de tus mágicas riberas,
Manabí de mis quimeras,
Manabí de mi ilusión...
(Del poema: “Manabí”)

¡Ciudad gentil de la llanura verde,
de los naranjos siempre florecidos!
no es, mucho que en tu día te recuerde
quien en tu dulce seno se ha nutrido.
(Del poema: “A Chone”)

Y entre las ramas altas de los guabos,
de mangos e higuerones,
colgué mi fresca hamaca de cabuya
y a su suave vaivén, acompasado
por los élitros finos de los grillos,
los murmullos del aura y del “estero”,
devoraba los versos armoniosos
de Bécquer y de Heine;
la “Atalaya”, “La Ilíada”
y el divino” cantar de los cantares”.
¡Yo no sé si he vivido
o he soñado vivir! …. Ebrio del vino
milagroso del verano,
¡sufrí con los que sufren! …
¡amé con los que aman! …
¡viví con los que viven! …
¡soñé con los que sueñan! …
(Del poema: “Un salto al pasado”)

Por más que esté con todos los que quiero,
me siento inmensamente desolado...
hay en mi pecho frigidez de polo
y la aridez de un yermo inhabitado...
(Del poema: “Lo que no pudo ser”)

El verso es privilegio que otorgan las deidades.
No es brote de academias ni de universidades,
como un anhelo extraño o exótica inquietud,
allá en lo más profundo del alma noche y día
golpeando a toda hora está la poesía
que al corazón convierte en mágico laúd.
(Del poema: “Para ser un poeta”)

¡Semilleros de versos en parterres de ensueños!
¡Floraciones tardías de fugaces anhelos!
¡La cabeza rendida sobre ríspida almohada
y los ojos en éxtasis, saturados de cielos!
(Del poema: “La entrega”)

¡Por eso en paz me afronto con la vida!...
ella me dio lo que ceder debía,
en justa proporción: la dicha, el goce…
la pena y el dolor ¡Por eso llevo,
como un sedante, la armoniosa lira;
como un escudo protector, mi orgullo
que el ¡Ay! Convierte en varonil rugido!
(Del poema: “Un balance feliz”)

¡Mentira... nunca triunfa la causa del que es bueno!
¡No hay honra a la justicia, ni premio a la virtud!
nuestras acciones nobles las pagan con veneno...
¡La humanidad es vaso hasta los bordes lleno,
de envidia, de egoísmo, de error, e ingratitud!
¡Maldita una y mil veces el torpe que se inclina
al sacrificio estéril del bien y del amor!
¡El bueno siembra rosas para medrar espinas,
el malo siembra espinas para coger la flor!
(Del poema: “Soliloquio II”)

La mujer que yo busco poco importa
que sea rubia o morena; lo que ansío
es que se gaste un par de lindos ojos
de aquellos de “perdónalos Dios mío”
que me expresen, que me hablen sin palabras
el lenguaje del alma enternecida.
El día feliz que a esa mujer encuentre
le ofrendaré mi corazón, mi vida.
(Del poema: “La mujer que yo busco”)

No quiero estar solo por no estar conmigo…
¡Me espantan las sombras de mi corazón!
de mi mismo a veces, de veras maldigo,
y de la locura de mi inspiración.
(Del poema: “Arcano Dolor”)

¡Es que el hogar de mis padres, ha quedado, por la ausencia y por la muerte, triste como un cementerio, y porque mi corazón se ha convertido en una tumba negra y fría, donde yacen para siempre, mis venturas pasadas, mi candidez perdida, mis amores mal logrados, mis creencias… y todo….
(Del poema: “Noche de lluvia”)

Por eso en este siglo me siento inadaptado
pues vengo de los campos gloriosos del pasado
y añoro las almenas de la época feudal.
Producto de tres razas belíferas, me inquieta
la vaciedad de un siglo que mira en el poeta
un ser estrafalario, exótico, anormal.
(Del poema: “Yo vengo del pasado”)

Estoy como el marino que se cansó del puerto
y escruta desde un risco la inmensidad del mar
en busca de la barca que inútilmente aguarda
para partir... ¡Qué horrible la angustia de esperar!
(Del poema: “La angustia de esperar”)

Yo que he sido un panteísta
adorador de Natura,
el cantor de sus paisajes,
su intérprete y portavoz,
quiero que en su oscura arcilla
se desintegren mis huesos,
que mi cuerpo vuelva al polvo
que es la sentencia de Dios.
(Del poema: “Último ruego”)

La naturaleza fue mi profesora,
elocuente amiga, eficaz doctora,
y venero santo de mi inspiración,
A ella solo debo mi ánimo sereno;
las romanzas todas las hallé en su seno…
¡Y por eso tengo tan buen corazón!
(Del poema: “Mi blasón”)

Naturaleza imagen de Dios – tú fuiste el templo
donde elevé mis encantos de líricas liturgias
y ebrio de brisa y selva, de fuentes y de pájaros
me doblegué en tus aras, con el oído en tierra.
(Del poema: “Con el oído en tierra”)

Nací para vivir en las alturas
donde se cierne el pensamiento humano…
y, como un cóndor, ebrio de locura,
desde regiones célicas y puras
yo desprecié a las larvas del pantano...
¡Y reniego de mi… del mismo modo,
de los hombres, del cielo y de la Tierra!...
Si las alas me dieron para el vuelo,
¡maldición!... ¡maldición!... ¿por qué me enlodo?...
(Del poema: “Salmo de rebeldía”)

¡Qué cansancio! gran Dios; como me pesa
la miserable vida que me has dado!
No sé lo que en mi espíritu ha pasado…
Pero es algo peor que la tristeza.
(Del poema: “Después de la orgía”)

¡Cuba! Perla engastada en el regazo
plata y azul del mar de las Antillas!
¡rico filón del continente hispano!
¡País de ensoñación y maravillas!
(Del poema: “Perla antillana”)

¡Libertador! Los siglos pasarán fatigados
y en los grandes abismos del tiempo se hundirán;
pero mientras existan los pueblos libertados
por tu espada y tu genio en sus almas grabados,
con amor y respeto tus triunfos se hallaran!
(Del poema: “A Simón Bolívar”)

¡Qué cosas nos dijimos!... ¡Ay!... ¿Para qué recordarlo?. Ello sería abrir de nuevo en mi corazón esas viejas heridas que sangran todavía!
(Del poema: “El porqué de mi tristeza”)

Falsa, soñada, esquiva,
para burlar mis ansias,
me inspiraste un amor que fue locura…
Mil cosas imposibles me mostraste
y otras mil me mentiste… ¡cuántas veces
convertidas al fin en amarguras!
(Del poema: “Lo que  no ha de volver”)

¡Destino sin entrañas, cruel y rudo,
que con saña feroz me abofeteas!
de mi valor rompiese ya el escudo
¡Y hoy es contra un vencido que peleas!
(Del poema: “Desmayo”)

Cada hora que pasa es un hito que marca
del vital calendario una hoja arrancada;
cada tarde que muere nos acerca a la barca
en la que pronto haremos el viaje hacia la nada!
(Del poema: “Lo ineluctable”)

¡Bahía!, ciudad – cuna de mi infancia!
¡Balcón vuelto a la mar! mi adolescencia
gozó de tus jardines la fragancia.
¡Tú la nostalgia fuiste de mi ausencia!
(Del poema: “Bahía”)

Tras un prisma sombrío, miro desdibujada
la senda, sin promesas, jornada, tras jornada,
sin amor, sin tensiones, sin ilusión, ni fe!...
¡Un viejo prematuro, me he vuelto!...¡Cuánto diera
por cobijar de nuevo a esa torcaz viajera
de la Dicha que un día de mi hontanar se fue!
(Del poema: “Me estoy haciendo viejo)

Ya no puedo soñar!: mi alma está muda
Y sorda y ciega, fría e indiferente!...
La tormenta interior sopló tan ruda
Que ha secado mi lírica torrente!
(Del poema: “Desaliento”)

¡Muere la fe, porque todo es una mentira!
¡Muere el amor, porque es una acrobacia;
¡El amor de la madre sólo inspira
al hijo que agoniza en la desgracia!...
(Del poema: “Rebeldía de sol mayor”)

Ya es tarde, corazón; no inquieras nada.
ya volaron la dicha y la ilusión
La llama del amor está apagada
ya déjame en silencio corazón!
(Del poema: “Tardío”)

¡Libro!, tú eres la brújula sensitiva que orienta
mis pasos en la ruta que lleva al Helicón...
Tú eres manjar del alma y antorcha en la tormenta;
(Del poema: “Mi mejor amigo el libro”)

Si descarriado y loco tras vanas ilusiones,
con el alma entristecida, sin verte me alejé;
hoy vengo a tus altares a darte mis canciones
diciéndote llorando, ¡Perdón si te olvidé!
(Del poema: “Poesía de Semana Santa”)



De: Con el oído en tierra

La tarde tiene languidez de amante
y la suave fragancia
conocida, deseada y ya distante
del encantado valle de la infancia.
(Del poema: “La tarde”)

Arriba: diáfano el cielo;
abajo: verdor y calma
y encanto primaveral.,
Y yo, cantor, libre el alma
de zozobras y recelos,
contemplo con dulce anhelo
el Paisaje Tropical!
(Del poema: “Paisaje tropical”)

Haz como yo: no ambiciones;
haz el bien sin recompensa:
Lanza al aire tus canciones…
Estudia…medita…piensa…
(Del poema: “El árbol confidente”)

¡Qué milagrosas!, ¡qué sedativas
son para el alma de los poetas
las soledades de los boscajes
en donde el ruido de las cascadas
que de las cumbres bajan a miles
fingen coloquios y carcajadas
de labios frescos y juveniles!...
(Del poema: “Cerro Dominguillo”)

¡Mariposas! ¡Mariposas!:
cuando voléis algún día
a la perfumada umbría
del valle donde viví;
habladle de mis angustias,
de mi existencia doliente
y que una lágrima ardiente
a su recuerdo vertí.
(Del poema: “Mariposas”)

Por eso desde el alba hasta el ocaso
reverente te inclinas, sobre la madre tierra
para captar su oráculo ultrasónico
y comulgar con ella;
para encontrar la fuerza,
la fe y el optimismo que requieres
para domar la selva y la sabana
y convertirlas luego
con tintas de sudores en estrofas
simétricas y verdes del plantío...
(Del poema: “Exaltación al Montubio”)

Linda muchacha de tez morena,
de ojos muy negros, cual la melena,
de fuerte seno y desnudo pie:
hace ya tiempo decir ansiaba
cómo tu vida se deslizaba
y soy dichoso, pues te canté.
(Del poema: “La mujer criolla”)

Mi sol ya tramonta, se acerca el estío
y levanta el vuelo para no volver
la última alondra, ¿qué será, ¡Dios mío!,
del triste bohemio cuando advenga el frío
tormentoso y largo del anochecer?...
(Del poema: “Perdón”)

Yo quisiera volver, desandando el camino,
hasta el último círculo de mi etapa anterior...
y, libre de esta escoria terrenal que me oprime,
hacer un trampolín de la Osa Mayor...
(Del poema: “De mi origen en pos”)

Y el buitre contestó con desparpajo,
al airado león: ... “Así es el mundo...
es ley universal que, del trabajo
del luchador, disfrute el vagabundo”...
(Del poema: “El león y el buitre”)

Mañanita gris y fría,
como una niña mimada
que se ríe acongojada
cuando quisiera llorar...
Y se consuela escuchando
el cantar de las palomas
que en las quebradas y lomas
se alza con dulce arrullar.
(Del poema: “Mañanita veraniega”)

Allá vuela mi ardiente fantasía
a recoger las flores melancólicas
 de las viejas memorias
para tejer con ellas las guirnaldas
con que adorné mis tristes poesías...
(Del poema: “El valle”)

¡Otoño!, las nostalgias que te aquejan
y mis canciones,
¡juntas se perderán en el olvido!
(Del poema: “Canción de otoño”)

Gozábame escuchando los cantos del jilguero
y del variado enjambre de insectos el rumor.
Fue la naturaleza mi gran amor primero,
y mi único incentivo sin sombras de dolor.
(Del poema: “Yo fui un contemplativo”)

¡Primavera! ¡Primavera! ... Símbolo de la
felicidad sobre la tierra!.. ¿Volverás, algún
día, a embellecer la soledad, sin nombre, de mi
angustiosa vida?...
(Del poema: “Primavera”)

Yo advertí en esos labios
que la muerte sellaba,
no sé qué encantadora
y suprema expresión.
¡Madre mía! pensando
que no habría de verte,
tuve horror por la vida,
sentí amor por la muerte…
y llorando, en el beso
te dejé el corazón!
(Del poema: “Nocturno”)

¡”Lobo es el hombre para el hombre”, es cierto…
¡Más fiero que las fieras del desierto,
a ese mismo prójimo imagino!...
¡El hombre sólo es bueno, cuando atado
a quietud funeral, ya no le es dado
asechar como un tigre en el camino!
(Del poema: “Desde mi rancho”)



De: Los poetas se van

Yo que, niño, en tu seno
maternal, me adormía,
hoy me duermo en los brazos
del dolor, ¡madre mía!
(Del poema: “Donde estás madre mía”)

Yo soy un Roble antiguo que el rayo desgajó
pero de verdes ramas después, se revistió,
Por eso soy un viejo joven cual Verlaine
y, a pesar de mis canas, al son de mi laúd,
¡Mil rosas me coronan de eterna juventud!
(Del poema: “Juventud interior”)

Tras un prisma sombrío, miro desdibujada
la senda, sin promesas, jornada, tras jornada,
sin amor, sin tensiones, sin ilusión, ni fe!...
¡Un viejo prematuro, me he vuelto!...¡Cuánto diera
por cobijar de nuevo a esa torcaz viajera
de la Dicha que un día de mi hontanar se fue!
(Del poema: “Me estoy haciendo viejo”)

Cantón rico y fecundo,
activo colmenar,
que enseñas cómo se triunfa
a fuerza de trabajar.
Mansión de mis amores,
escucha a este trovador.
Te quiero porque te quiero,
ciudad de los limoneros
y los “naranjos en flor”!
(Del poema: “Te quiero Chone”)

¡No te insulto Pobreza! Tú eres mi hermana!
A ti debo la dicha de vivir solo!
¡A ti la gloria debo de estar aislado,
en medio de los hombres como en un polo!
¡Contigo, con la madre naturaleza,
con mi altivez hidalga, con este orgullo,
y con mi lira… A donde mayor grandeza!
¡Pobreza de inmortales, soy todo tuyo!
(Del poema: “Mi pobreza”)

¡No tengo, no la abyecta virtud del “resignado!...
hecha de vencimiento o de claudicación!...
¡Cayendo y levantando, la vida me ha enseñado,
que nada se ha perdido, si alienta el corazón.
(Del poema: “El porqué de mi vida”)

Con una ternura muy casta y muy honda,
la miré en silencio;
como quien contempla
una flor marchita
de pétalos pálidos!
(Del poema: “Lejana”)

¡Bendita seas aunque me maltrates:
Beso al morir la mano que me hiere…
Si por ley natural el hombre muere,
prefiero que, con tu desdén me mates.
(Del poema: “Supremo amor”)

Amores, amistades, adhesiones,
duraron lo que duran las canciones
de errante trovador que lleva el viento,
(Del poema: “Por todos los caminos”)

Allí; entre los humildes “TARADOS” de la vida
yo me sentí mas bueno y más cercano a Dios,
sonriendo al enfermo, sentí como la herida
que escondo pecho adentro, cicatrizó veloz!
(Del poema: “Hospital Luis Vernaza”)

Trece años ha, que, incansable recorro por el azul país de la quimera, ando en tenaz consecución de la belleza suprema, … de la Forma Única, capaz de expresar lo inexpresable y sorprender al Misterio, en las mismas entrañas palpitantes de la Vida!.
(Del poema: “Mi iniciación en el verso”)

¡Nunca en los templos de esplendor pagano,
(Hacinación de lujo y riqueza)
Suelo honrar al ETERNO soberano!...
¡Siempre, de cara al sol, alegremente,
ante el altar de la NATURALEZA
elevé a Dios mi cántico ferviente!
(Del poema: “Me acerco a Dios”)

¡Oh, tedio torcedor que en lo profundo
de mi sensible corazón se clava!
¡Déjame ya que soy un moribundo
que con sus manos su sepulcro cava!
(Del poema: “Desmayo”)

Las horas de mi vida las comparo a veces,
a una silenciosa procesión de devotas
cargadas con las reliquias de mi alma, rumbo
a la MECA del olvido, a la remota Jerusalén
de la eternidad.
(Del poema: “Las horas”)

¿Se estarán secando las líricas fuentes
en los hontanares de mi corazón?...
en los aromados, interiores huertos…
¿Acaso habrán muerto
los frescos rosales de mi inspiración?...
(Del poema: “No sé qué me pasa”)

Son dos joyas de alto precio, ambas jóvenes y hermanas
cuando marchan, confundidas sus bellezas soberanas,
piensa mi alma, ante contraste tan armónico e ideal:
que la rubia es la naciente, candorosa y dulce AURORA
y la otra, la morena, es la tarde SEDUCTORA,
que hanse unido en un abrazo prodigioso y SIDERAL.
(Del poema: “Las dos musas”)

¡He pasado mi vida toda entera,
auscultando el latido ultraterreno...
en busca del enigma, por doquiera!
¡Ya no sé si soy ente ó soy quimera
y a causa de esta duda pienso y peno!
(Del poema: “¿Nos ven desde otros mundos?”)

¿En qué hora menguada, Madre querida,
me concebiste?
¿No ves que más valiera para tu hijo,
ante la vida mísera que arrastro,
la eternidad sin nombre de la nada?
¿Qué mal, pues yo te hice madre mía,
mucho antes que naciera?
para que así a mi NADA le infundieras
el horrible suplicio de esta loca,
de esta absurda tragedia que es mi vida
(Del poema: “Confidencialmente a mi madre”)

Cuando tú me dejaste y a no volver te fuiste,
Huyo mi última alondra y se eclipsó mi luz…
¡Préstame tu calvario sr: Dios de los tristes,
¿no ves que ya sucumbo al peso de mi cruz?
(Del poema: “El día que te fuiste”)

Céfiro, jardín, estrella,
música, flor y fuente clara;
todo lo diera por ella…
aunque ella nunca me amara.
(Del poema: “Mágica flauta invisible”)

El oro, el peculado,
la ambición de poder, el arribismo,
cual los Cuatro Jinetes
de las apocalípticas visiones,
desenfrenadamente,
recorren sin cesar la tierra entera,
destrozando a su paso
todo lo que hay de noble y de sublime
en el trojel de la progenie humana.
(Del poema: “Los poetas se van”)

Una mano invisible me aleja de mis predios…
Me aparta de los míos contra mi voluntad,
no puedo del destino resistir el asedio…
Y lucho contra un mal que no tiene remedio…
un próximo abandono y una gran soledad!
(Del poema: “Decepción”)

¡Padre! Padre, perdón, por mi desgracia!
¡ y descansa, feliz, pues tu jornada
terminaste por fin!... Que yo, entretanto
mi vida enferma y dolorosa acabe,
para hacer menos duro mi destino.
En el santuario de mi triste pecho
un culto te daré, como a mi madre…
¡ambos seréis la adoración de mi alma
y los únicos dioses de su cielo!
(Del poema: “En la muerte de mi padre”)


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